Para la mayoría de personas, la situación que ha provocado la pandemia de Covid 19 ha sido la primera experiencia de ese tipo. El confinamiento obligatorio y la preocupación generada por los hechos vividos ha cobrado, con diversa intensidad, un precio en nuestras mentes. Situación inédita con la que cada uno ha tenido que lidiar a su manera.
El camino de mi madre se cruzó con el Tai Chi por azar, cuando buscaba alguna actividad para mantenerse activa y aquellas que había ya intentado no terminaban de convencerla. El horario y lugar idóneos, un consejo amigo y la oportunidad se concretó. Eso fue hace ya 10 años. Desde ese entonces, los caminos se distanciaron en ocasiones, pero aquellos que están destinados se vuelven a encontrar. Y la pandemia volvió a juntar esos rumbos.
Casi a diario, con sol o frío, ella sube a la azotea, pone música china en su celular y comienza a ejecutar las milenarias danzas que en ese momento viven en las ondas de sus manos. Es así que comencé a retratar esta nueva rutina para homenajearla su energía que demuestra que siempre se puede hacer algo para sobrepasar los obstáculos, no dejarse llevar por la negatividad y calmar la mente, incluso en las situaciones difíciles que estamos viviendo.










