En el sur de los Andes peruanos, la fe se da de cara con la globalización y el calentamiento global. La irónica lucha interna de nuestras acciones contra nuestra cultura. Hace poco, como es habitual en estas épocas del año, tuvo lugar en las entrañas de los Andes del Sur peruano uno de los fenómenos de masa más fascinantes del mundo andino moderno. Una muestra de esa mezcla tan peruana de Colonia y Tahuantinsuyo, de Nuevo Mundo y Viejo Mundo. Declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en el año 2011, la Peregrinación al Santuario del Señor de Qoyllorit’i (Señor de la Estrella de las Nieves) ha sido catalogada como la fiesta religiosa más importante de los Andes, acogiendo en sus alturas a las más de 70 mil personas (y el número crece cada vez) que año tras año se dirigen hacia el pueblo de Mahuayani -ubicado en el distrito de Ocongate, uno de los doce que conforman la Provincia de Quispicanchi, en el Departamento del Cusco- para luego emprender una caminata ocho kilómetros, adentrándose en la Cordillera del Vilcanota hasta el paraje Sinakara. En ese lugar, la Iglesia Católica, allá por 1870, puso un enano -el Santuario del Señor de Qoyllurit’i- para tratar de hacerle sombra a un gigante -el Apu Colquepuncu- cuyas nieves eternas coronan un altar natural de 5484 msnm.
En tiempos de conquista, la leyenda del Señor de Qoyllurit’¡ surgió como una manera de contrarrestar la “fe pagana” de los conquistados y canalizar ese gran movimiento de masa humana hacia los santuarios de montaña en los Andes, la ya conocida veneración a los Apus. El tiro salió por la culata. Estos dos caminos llevaban a un mismo lugar y el sincretismo religioso que ahí se desarrolló dio lugar a la manifestación cultural que presenciamos hoy en día. 2015. Irónicamente, lo que quisieron, pero no pudieron hacer los conquistadores españoles, más de cien años atrás, lo están haciendo, con su inexorable paso, el calentamiento global. Y es que, no puede hablar del Señor de la Estrella de Nieve, si es que no hay nieve, elemento principal de la festividad, en cuya procura miles de fieles enfrentan las gélidas alturas del Ande. En la memoria queda la desaparecida majestuosidad del Nevado Pastoruri, en Ancash, que más un que un recuerdo parece un lúgubre presagio, pues sus nieves eternas fueron consumidas por el mismo fenómeno que ahora acecha al “Señor”.
Y como si no fueran suficientes problemas, en esta época de globalización, la fama del Señor ha cruzado ríos, montañas, fronteras e incluso mares atrayendo a la más diversa y numerosa fauna “peregrina”. Contados por miles, fieles lugareños, visitantes locales, comerciantes, turistas de aventura y simples curiosos apilan pasos con el mismo rumbo. Luego de caminar los ocho kilómetros desde el pueblo de Mahuayani, se va abriendo ante los ojos la hoyada, desplegando ante nuestros ojos cientos de carpas-, que se vuelven la flora habitual en esa época de año, como una alfombra de honguitos azules al pie del venerado Colquepuncu.
Bienvenidos a la Festividad del Señor de Qoyllurit’i. Aquí las imágenes de tradición y fe se mezclan con visiones de contaminación, superpoblación y descuido del medio ambiente. Si bien tras la declaratoria de la Unesco, tanto el Gobierno Regional del Cusco como la Municipalidad Distrital de Ocongate han llevado a cabo algunos esfuerzos por preservar la festividad, como la colocación de paneles que tratan de concientizar a los visitantes, barriles para la basura o la creación de un “escuadrón de limpieza” compuesto por mujeres y hombres de la zona, estos se revelan claramente insuficientes. Se va haciendo necesaria una actuación decidida y conjunta de las diferentes autoridades que tienen una carta que jugar en el asunto. En este caso el tiempo que permitió que se cocinaran lentamente los elementos de esta arraigada fiesta, es ahora el enemigo, porque nadie quiere contestar la fatídica pregunta: ¿Qué pasa con el Señor de la Estrella cuando se quede sin nieve?


























